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Fallos propios, una pesada herencia y una coyuntura diabólica

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“Los míos me auparon y solo me iré ante los míos”. El autor de la frase es Jordi Hereu y los ‘suyos’ son los militantes de la federación de Barcelona. La pronunció hace poco más de un año, cuando la entonces dirección nacional del PSC, la que comandaba José Montilla, puso toda la carne en el asador para impedir que Hereu se volviera a presentar a las elecciones municipales del 22 de mayo. Hereu se rebeló y mostró una faceta de su carácter que nunca más ha vuelto a enseñar. Hereu se reformuló, en aquel periodo que concluyó con las elecciones primarias que venció a Montserrat Tura, como el ‘New Hereu’. Punzante, dinámico. Con fuerza.

Fue su particular canto del cisne.

Bajó el tono durante la campaña electoral de mayo, quizá porque sabía que la pugna con sus adversarios, a diferencia de las luchas intestinas de partido, forman parte de lo que él entiende como Política. En mayúscula.

Tras perder, simplemente desapareció. Esperando, quizá, a presentarse ante los suyos y salir de escena.

La gestión de Jordi Hereu como alcalde de Barcelona puede resumirse en dos capítulos. Primero, una sucesión de errores estratégios y tácticos. Y segundo, la peor acumulación de coyunturas contrarias con las que nadie ha topado al sur de los Pirineos.

Tras sustituir a toda prisa a Joan Clos al frente de la alcaldía, Hereu (y su amigo Carles Martí) emprendieron un giro social a la gestión de la ciudad. Se olvidó Hereu que aquello por lo que es reconocido un alcalde es por arreglar calles, adecentar parques y, sobre todo, hacer sentir a sus habitantes que están orgullosos de vivir en esa ciudad. Hereu nunca entendió que su mandato precisaba de un relato. Y cuando, a regañadientes, se embarcó en algunas decisiones tácticas, estas le salieron por la culata.

Tras olvidarse del Urbanismo, como primer motor de una ciudad que se había acogido a ella casi como lema motriz, propuso la reforma de la avenida Diagonal.

Fracasó.

En el último año, cuando la carga sobre sus hombros ya era tal que propusiera lo que propusiera era fulminantemente criticado, se sacó de la manga la candidatura a los juegos de invierno del 2022. Hereu creyó haber dado con la tecla del relato, en la forma de un discurso que uniera la capital de Catalunya con el siempre receloso ‘rerepaís’.

Y en cuanto a las coyunturas… qué decir. Tras 32 años ininterrumpidos de alcalde socialista en Barcelona, las ganas de un cambio se percibían en la ciudad. Además, el PSC estaba, y está, en el peor momento de las últimas décadas, con un prestigio –por obra y gracias de los dos tripartitos– por el suelo. Y por si fuera poco, vino la crisis. Y vino para llevarse de un soplido todo el castillo de naipes en forma de políticas sociales que, con tanto empeño, Hereu había construido desde el ayuntamiento.

Hoy, en el congreso de la federación de Barcelona, es decir, ante los suyos, se irá.


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